5 de marzo de 2016

Institucionalizando una determinada versión de la bisexualidad en un decálogo


Durante la etapa de mi vida en la que hacía activamente política bisexual, hubiera pensado que era un gran paso en la dirección deseada conseguir que una asociación estatal como la FELGTB proclamara un Año de Visibilidad Bisexual. Hoy, desde otra posición, lo veo más bien como una combinación entre por un lado seguir dando cabezazos al muro levantado por las identidades homosexuales para ver si se resquebraja mínimamente, y por el otro un intento de elevarse al mismo nivel que esas identidades LG criticadas para conseguir comerse un trozo de la tarta. Es decir, sublevarse contra les que oprimen porque se está codiciando ser de les que oprimen.

Creo que por aquel entonces, el leer (o incluso producir, vete tú a saber con la de políticas activistas en las que he participado que ahora me horrorizan) un decálogo ya me hubiera dado bastante grima. Eso de los 10 mandamientos, sea en el contexto que sea, me suena retrógrado y pío. Pero sobre todo, autoritario. Y yo, ya por entonces, no quería que me impusieran cosas (ni palabras ni leyes) asociadas a mi afectivo-sexualidad.

Por ello, el decálogo me produjo ya antes de leerlo un instintivo rechazo que se confirmó al leerlo. Desde que lo vi, llevo pensando si crear una entrada en este blog para dar unas pinceladas de mi opinión. Ya en marzo, al final me voy a lanzar al ruedo y ver cuántas tortas virtuales me llueven si todavía alguien lee este blog.

No sé quién lo ha hecho. Seguramente conozco a una gran parte. E incluso hasta algune sea mi amigue. Así que sé que esta entrada será, cómo no, mal recibida. Pero a día de hoy, como ya hace mucho que he ido diciendo y se puede leer en el propio título de este blog, no me interesa reforzar ni la política LGBT ni la política queer. Ya hay mucha gente haciendo justamente eso, y lo hacen estupendamente.

Creo que desde mi conocimiento del activismo bisexual desde dentro, puedo entender por qué aparecen todos y cada uno de los puntos del decálogo. La forma en la que están formulados. A quiénes se dirigen de forma implícita. Qué problemas intentan abordar. Qué soluciones pretenden establecer. Pero incluso así siguen sin gustarme.

El primer mandamiento ya me deja claro el tono dogmático del documento. La comunidad bisexual representada por las asociaciones y les activistas más activos (valga la redundancia) parece que ha proclamado como verdadera una definición consensuada creada si no me equivoco por Robyn Ochs, que es la que se reproduce aquí. 

Yo, que ciertamente también he usado esa definición en ocasiones, me vengo ya preguntando largo tiempo por qué hace falta tener definiciones consensuadas, que más bien son impuestas, sobre lo que una determinada etiqueta significa. Y sobre todo, a qué personas se deja fuera al imponer una definición. Yo, cuando me inicié con la etiqueta bisexual no la entendía según esa definición. Y me consta que muches otres de les activistas bisexuales tampoco. Con el tiempo, algunas posiciones van cambiando, pero no para todes, y no del mismo modo. Yo todavía me encuentro hoy en día con personas que se autodenominan bisexuales y que entienden algo mucho menos políticamente correcto dentro del movimiento LGBT que lo que esa definición expresa. Y sé que otra gente jamás ha pasado por una definición de la bisexualidad como esta y han usado/usa la palabra. Tal vez su definición incluso fuera más políticamente correcta si se entienden los motivos. Depende del colectivo al que se pretenda incluir.

Como ya he dicho en otras ocasiones, creo que en un intento por incluir a la fuerza a "todo el mundo", se deja fuera a la mayoría de personas que usan la etiqueta.

El decálogo, iniciándose con esa definición, creo que intenta no reproducir algo de lo que se suele acusar a la bisexualidad: binarismo. Y no obstante, no hace falta más que continuar con el segundo mandamiento (y el resto de la lista) para ver que pensar en términos no binarios aparentemente es un ejercicio harto difícil. Así se contraponen homosexual vs heterosexual, mujeres vs hombres, lesbianas vs gais, lesbianas y gais vs heterosexuales

El cisexismo se huele en esas mujeres y hombres mencionades cuando no hay otras referencias a otros géneros que la de la famosa definición. Vale, vale, ya sabemos que sabéis que existen las personas trans porque lo pone en la definición, pero aparentemente con decirlo ahí es suficiente. Tanto tiempo escuchando en los círculos bisexuales las quejas (justas) sobre la política LG que incluye la B en el nombre o en una frase y luego se olvida de ella, para encontrarnos con esto. En realidad, casi pienso que esto es un "despiste" de principiante, porque creo que hasta en el activismo bisexual más institucionalizado muches de sus integrantes pueden ver este "desliz".

Otra cosa que me produce rechazo son esas ideas implícitas (que ya he criticado muchas veces) y que, aunque se intentan esconder, saltan a la vista. Por mucho que el séptimo mandamiento nos intente hacer creer que ser monógame o ser poliamorose, fiel "o no" tienen el mismo valor para les legisladores de estas leyes, no nos lo terminamos de creer. O al menos no yo. ¿Por qué si no, no se puede nombrar la palabra infiel cuando se nombra la palabra fiel? ¿A qué estereotipos negativos se refieren que no se pueden nombrar? ¿Cuáles son esos mitos sobre la bisexualidad que obligan a tantes bisexuales a esconderse en el armario según el documento? Esa preocupación con ser aceptade, con no ser mal viste, que ya me repateaba cuando hacía activismo bisexual (y a la que no me quise adscribir), sigue rezumando en este decálogo. Y me oprime.

Como persona con prácticas que el colectivo bisexual define como bisexuales, odio que al mismo tiempo me intenten imponer una etiqueta que yo no deseo y que no me describe, y me posicionen en una escalera de valores que no comparto. Adoro la confusión. Tengo y he tenido muchas fases. No soy "como cualquier persona" ni me da la gana serlo. No quiero que no se me rechace socialmente a base de elevarme sobre las personas que tienen prácticas como las que esos supuestos mitos niegan.

Por cierto, eso de tener relaciones "sin adjetivo" como norma me resulta hasta cómico que aparezca expresado. Considerando la obsesión del texto con el uso de etiquetas (y de la comunidad bisexual en etiquetar a cualquiera que tenga prácticas que elles consideran como bisexuales), el que de repente no se pueda etiquetar a las relaciones es, cuando menos, poco coherente. 

Me surge con ello una duda maliciosa. Si la persona con la que una persona bisexual tiene esa relación (aparentemente hay que tener relaciones en esta vida, oiga) se define como homosexual, ¿tiene derecho a definir su relación con un adjetivo? ¿Y cuál sería? Considerando el sacrosantítismo derecho a la autodefinición del movimiento LGBTQ (que tampoco comparto), ¿ahora la persona homosexual no puede definir sus prácticas?

Y ya que estamos hablando de incoherencias, y acabo ya dejándome en el tintero las cosas pequeñas, lo es un tanto (aunque sepa de dónde viene) esa necesidad de proclamar a gritos la existencia y la realidad de la bisexualidad y la bifobia, e insistir en lo negativo de su invisibilización, en documento tan lleno de invisibilizaciones, negaciones de existencias y de realidades tanto de determinadas personas que usan la etiqueta bisexual sobre sí mismas como de otros colectivos y performatividades.


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